De todas las emociones que existen la peor no es la furia, ni la tristeza, ni el aburrimiento, sino: la ENVIDIA. Es la vida misma atacando a la vida.
Es no poder poner el ojo en tu existencia y depositarlo únicamente en el afuera. Comparando nuestros logros con el de al lado. Siendo que cada vida y cada progreso es único, y nunca sabemos qué tanto le costó “al envidiado” ser o tener lo que hoy tiene.
¿Lo que yo envidio del otro está a mi alcance tenerlo?
¿Y si no está a mi alcance? ¿Por qué no me enfoco, mejor, en lo que sí tengo y sí puedo?
Envidiar es perder la gratitud por el pequeño o gran mundo que nos tocó habitar. No conozco nada más venenoso.
Te aparta de todos los bienes. Y te aleja, claro está, de la chispa que el otro tiene. Que bien podría contagiarte, en lugar de atormentarte.
Imaginen un mundo en el que la felicidad o el éxito del otro también sea tu motivo de alegría. Sería hermoso ¿no es así?
Y si un idealista puede soñarlo es muy probable que también pueda ser un hecho real y concreto que nos lleve más bien a conectar con la inmensidad de vida que sí tenemos.
No mires tanto pa’ fuera hermanita. Tu vida es digna como la vida de todos.
Algún día llegarás al otro lado del río.
Y ahí, en el otro lado, notarás que no somos nada sin deseo; y seguirás deseando.
Pero ya no para superar al de al lado, sino para superarte a vos misma.
Que, en definitiva, sos la única que te va a acompañar toda la vida.
¿Y si nos abrazamos y cuidamos para que el viaje sea eterno?
O quizá efímero, pero siempre placentero.
Dale, estoy segura de que tu corazón es más grande que el miedo.
Probemos. El pecho inflado nos está esperando.
¡A por ello!
🖊️ Agustina Ferrand
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