Si yo me hago
preguntas, sola, encerrada en mi cuarto. O Contemplando, sola, la profundidad
de un río: estoy haciendo FILOSOFÍA.
Pero si yo
llevo esas preguntas a un aula, a mi vida cotidiana, o al papel, por ej. y
después a la pantalla, es decir: las dejo a disposición de los demás. Con fines
meramente humanos y espirituales, lo cual significa esperar activamente a que de “esas
preguntas” nazca una mejor versión de quien las responda… estoy haciendo
PEDAGOGÍA.
“La última
palabra del filósofo la tiene la pedagogía”, supo decir de manera brillante el historiador y filósofo
alemán Guillermo Dilthey (1833-1911).
Es un hecho,
entonces, que “esa última palabra” sea el aula de una Escuela, o un Taller
o Club de escritura.
Un océano de
preguntas que nos hacemos entre todas y todos, o una creadora, en su máxima expresión,
no de “esperas” sino de “esperanzas”.
Pero también
hay una parte difícil, como supo escribir el Profesor Juan Mantovani (1898-1961)
en su libro “La educación y sus tres problemas”: “El futuro del hombre no está
predeterminado. Es un enigma que lo atormenta, saturándolo de obligación y
deber”.
Libertad nunca
será libertinaje.
El ser
primigenio, explica Juan, es el ser que llega desde casa al aula o al
taller. Y el ser en devenir es el que vuelve a casa, como cantaba
Spinetta, trayendo la sangre o el fulgor.
“En el
principio el hombre es la naturaleza original que necesita y debe ser
espiritualmente cultivada”, insistía
Mantovani.
Pero no
podríamos, entonces y además, confiar en una educación que no nos prepare para
la libertad. Que no nos ayude a tener pensamientos propios y críticos. Que no
nos eduque, valga la redundancia, para el destino inevitable de “crecer” y mirar
lo que nos rodea, mejorándolo todo, cada uno a sus tiempos, con el ojo y también
con el ala.
La educación (¡oh,
aleluya!) está en todas partes. Sólo resta salir a buscarla y
observarla. Podemos encontrarla en cualquier palabra, acto o gesto que nos
ensanche la mente o el alma. “Es una de las fuerzas más decisivas de la
formación individual y del destino de los pueblos”, concluye Juan.
Bastará decir, después de tanto y tan poco, que sin educación y sin libertad somos algo amorfo sin ganas de nada.
🖊️ Agustina Ferrand
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