viernes, 7 de junio de 2024

libertad nunca será libertinaje

Si yo me hago preguntas, sola, encerrada en mi cuarto. O Contemplando, sola, la profundidad de un río: estoy haciendo FILOSOFÍA.

Pero si yo llevo esas preguntas a un aula, a mi vida cotidiana, o al papel, por ej. y después a la pantalla, es decir: las dejo a disposición de los demás. Con fines meramente humanos y espirituales, lo cual significa esperar activamente a que de “esas preguntas” nazca una mejor versión de quien las responda… estoy haciendo PEDAGOGÍA.

“La última palabra del filósofo la tiene la pedagogía”, supo decir de manera brillante el historiador y filósofo alemán Guillermo Dilthey (1833-1911).

Es un hecho, entonces, que “esa última palabra” sea el aula de una Escuela, o un Taller o Club de escritura.

Un océano de preguntas que nos hacemos entre todas y todos, o una creadora, en su máxima expresión, no de “esperas” sino de “esperanzas”.

Pero también hay una parte difícil, como supo escribir el Profesor Juan Mantovani (1898-1961) en su libro “La educación y sus tres problemas”: “El futuro del hombre no está predeterminado. Es un enigma que lo atormenta, saturándolo de obligación y deber”.

Libertad nunca será libertinaje.

El ser primigenio, explica Juan, es el ser que llega desde casa al aula o al taller. Y el ser en devenir es el que vuelve a casa, como cantaba Spinetta, trayendo la sangre o el fulgor.

“En el principio el hombre es la naturaleza original que necesita y debe ser espiritualmente cultivada”, insistía Mantovani.

Pero no podríamos, entonces y además, confiar en una educación que no nos prepare para la libertad. Que no nos ayude a tener pensamientos propios y críticos. Que no nos eduque, valga la redundancia, para el destino inevitable de “crecer” y mirar lo que nos rodea, mejorándolo todo, cada uno a sus tiempos, con el ojo y también con el ala.

La educación (¡oh, aleluya!) está en todas partes. Sólo resta salir a buscarla y observarla. Podemos encontrarla en cualquier palabra, acto o gesto que nos ensanche la mente o el alma. “Es una de las fuerzas más decisivas de la formación individual y del destino de los pueblos”, concluye Juan.

Bastará decir, después de tanto y tan poco, que sin educación y sin libertad somos algo amorfo sin ganas de nada.

🖊️ Agustina Ferrand 



 

 

 

 

 

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