por eso te muestro las fichas

Mi vínculo con el mundo es directamente proporcional al vínculo que he tenido con mi primer contacto con el mundo, es decir: con mi madre.

No le quiero preguntar si me acarició mucho o poco pero sí sé que me faltó más mucho que poco. Y que sus exigencias, pese a eso, siempre fueron altas para conmigo. ¿Entonces qué hago yo? Buscar enormes desafíos. Ponerme metas altísimas. Y culparme, claro, cuando no las alcanzo.

Mi madre tiene poca academia pero mucha tierra en las manos. Siempre fue muy pragmática en ese punto. A lo hecho… hecho. Nada de palabras que embellezcan. Aunque debo admitir que hubo un día en el que llegamos a una tregua. Y fue ahí donde se le escapó un “te admiro”. Precisamente porque ella no sabe comunicar o dar amor con palabras.

A veces pienso que mi afición por ordenar signos y símbolos - y que tengan un sentido - se limita a parecerse en demasía a su afición por regar sus plantas y que crezcan fuertes y sanas. Cada una “con” y cui “dando” sus pasiones.

Pobre mi madre, tan bella y tantas veces excluida por ser distinta.

Tan valiente y tan muerta de angustia cuando un hombre la defrauda.

De ella heredé el porte de romántica empedernida, pero nunca la habilidad de identificar una flor de otra flor.

Será por eso que, junto al cóctel de mi padre: el ausente, soy esta chica entreverada que prefiere abandonar antes que ser abandonada.

O quizá sea que no quiero que mis palomas sean sacrificadas en nombre de la implacable oscuridad.

Una virgencita sobrevivió al infierno de los incendios, en nuestra Córdoba querida.

¿Por qué no puedo sobrevivir yo a todo lo que pretende consumirme hasta matarme?

¿Por qué no pude, aquella vez, “matar al amor con más amor”?

No entiendo las reglas del juego. Por eso te muestro las fichas.

🖊️ Agustina Ferrand